Cuentos de Tavern

I. 

¡BUENOS DÍAS NIÑOS Y NIÑAS, VIEJOS Y VIEJAS, LEPROSOS Y LEPROSAS Y DEMÁS GENTES DEL PUEBLO LLANO! ¡Os traigo las historias más fascinantes jamás contadas por estos lares! ¡desde las tierras más exóticas y lejanas, desde los mares del norte hasta Tuntelú! ¡Cuentos, chismes, mentiras, dejad hueco porque ha llegado Sirlú, bufón de locos y cuerdos, tan solo un poeta…¡HOMERO! envidia me tendría de no estar muerto…

-Tú, ven aquí, los papeles.

-Verá agente, los únicos papeles que llevo encima son el resultado de una mezcla de agua y madera de encina, tintados con la más exquisita tinta china en los cuales apunto ideas, pareados con arte y buena caligrafía…ah si, y papel para limpiarme el cu…

– ¡¿Te estás quedando conmigo bufón de pacotilla, hijo de tu santa madre?! ¡los papeles he dicho!

– Mi madre santa, lo que se dice santa…¡¡¡SANTA MARÍA DE DIOS!!! ¡¡¡MIRE!!!

Señalando hacia un punto entre el bullicio del mercado, antes de que pudiera darse cuenta, había puesto pies en polvorosa o más bien, sobre excrementos de caballo que era lo que más abundaba en la plaza de aquel jodido pueblo. Era época de cosecha, por consiguiente feria mercantil, y por tanto, burros, mulas, vacas, gansos y más «burros» abarrotando la calle principal que no destacaba por su corte ancho precisamente.
Le dolían mucho los pies, le ardían, había estado caminando toda la mañana, tras cuatro días a caballo sin patas y otros dos en el carromato de Andrés…pero ahí estaba, viviendo, sobreviviendo en otro pueblo más al que contar sus chismes a cambio de un mendrugo o una palmadita en la espalda…o la sonrisa de un niño.– Hola.– ¿Me hablas a mi?– Si, ¿eres el payaso de mi cumpleaños? -dirigiéndose a otro niño- ¿ves? ¡te dije que mi padre contrataría a un payaso en mi cumpleaños! y tú no me creías.– Oye niño ¿me ves acaso cara de payaso? –dijo Sirlú frustrado.

– ¿No te ha contratado mi padre?

– No, yo no trabajo para nadie, bueno si, para el cielo y su aire, para el vino y su arte, para…¡soy poeta niño!

– Pues mira que yo te veo más…

Adelantándose a que el jovenzuelo terminase la frase -No tengo tiempo para tonterías, quitate de en medio, ¡me persigue la ley! impuesta por el noble y… … ¡noble de tu rey!…

-…haciendo malabares…

– ¡Buena rima! y si, también se hacer malabares….ahora si me disculpas…

– Conozco un sitio donde puedes esconderte…

– Tengo que irm…¡habla por tu vida!

– Una posada no muy lejos de aquí…pero que dudo que ese agente noble y siervo de la ley entre, todos los que entran no salen muy enteros, pero creo que con las pintas que llevas no pondrán ninguna pega en que entres y si vas conmigo aún menos, que ya me conocen, mi padre es el dueño y hace el mejor cabrito que hayas comido jamás…

– Niño…que he estado en Tuntelú y en Shirlya…y en los mares del norte…he comido los mejores manjares…(grgrrrrr)…pero de eso hace mucho…mis tripas…¡llévame corre!

El niño cogió su mano reseca y ennegrecida del viaje y tiró de él guiándole entre la multitud. El pequeño tenía cierta habilidad para colarse entre la gente y pasar por debajo de las piernas de alguna moza…pero no recordaba que llevaba consigo un lastre con una embergadura algo mayor que él.

«¡Idiota! ¡mira por dónde vas!»

«¡Soplagaitas! ¿buscas pelea o qué?»

«¡¡¡Socorro!!! ¡un violador! ¡cochino! ¡¡no me toques!!

– Con esa cara no creo que te miren ni aunque fueses al circo…

«¡Imbécil! ¡¡¡desgraciado!!! ¡¡¡mal nacido!!!»

– Ya hemos llegado.

Efectivamente, los dos esperpentos habían llegado a lo que parecía una taberna marinera. En la fachada colgaba un cartel mohoso y carcomido en el que podían apreciarse unas letras grandes talladas en el propio tablón y unas más pequeñas justo debajo escritas con tinta roja o al menos es lo que Sirlú quería pensar. «Wandering Irish, o bebes o te largas y por supuesto pagas», un título muy noble y digno para cualquier posada de mala muerte, sin embargo Sirlú no pudo evitar desplear una sonora carcajada.

-¡JA! asi que este es la famosa taberna de tu padre, muy bien, ya puedes largarte.

– ¿Y qué recibo yo a cambio por haberte traido hasta aquí y haberte salvado de una muy probable ejecución en plena calle?

– Los buenos días, ah si y feliz cumpleaños, ya puedes…

– Mi padre es el dueño de la posada y no creo que le haga gracia que entre a su bar un «agente disfrazado de bufón para pillar cacho…» -soltó el niño con cierto retintineo.

– Sabes jugar criajo…me has caido bien ¿cómo te llamas?

– Alopher, señor.

– Mira Alopher, no puedo pagarte con dinero, ni pan, ni credo, pero puedo proponerte un juego, el cual no es difícil ni supone esfuerzo, se llama «Vamos a escuchar al gilipollas de turno contar las viejas historias de los lugares más lejanos, llenas de sabiduría y saber estar en un ambiente dejado, con un laúd y un jarro, al que por supuesto, invitas tú…»

– Está bien, está bien, entremos.

Una vez atravesaron las mismísimas puertas del averno, para la sorpresa de Sirlú, se encontraron con una sala bastante agradable para lo que venía a ser costumbre. Una serie de mesas redondas de madera rajada oscura se disponían en orden aleatorio por toda la estancia, las paredes desprendían un agradable olor a océano y pino, era como estar en un montaña marina, como las que había visitado antaño en Haispesh y sobre las que había bajado rondando posiblemente huyendo de cualquier ser racional o no, dispuesto a destriparlo; al fondo, una barra ancha, de madera más clara con un montón de jarras de madera descansando sobre ella, dispuestas a ser llenadas y/u ordenadas por orden anstranético. La sala parecía vacía.

– Mi padre suele salir a esta hora para hacer los recados. Siéntate donde quieras.

– ¿Me sirves una de esas fresquita?

– Las palabras mágicas…

-¡Dóbitu jalinquis jo!

– Haré como que eso significa «por favor» en espingreto.

Alopher llenó cuidadosamente una de las jarras dispuestas en la barra con un poquito de secamieles, la bebida típica de la zona, y se la ofreció al viajero, el cual se encargaría de derramarla por su garganta, barbilla y vestimenta incljuidas.

– Antes me dijiste que sabías hacer malabares.

– Gfrfrgg glubblbg lbs¡zí!

– ¿Me lo demuestras?

– No necesito demostrar nada más que mi inocencia, por cierto, no le digas a nadie dónde estoy…

– Si, si…pero toma, haz malabares o me chivo…

– Criajo de los…

El joven le ofreción al asqueado bufón 3 naranjas arrugadas para que hiciese su fabuloso juego.

– ¡Tienen moho! ¡¿cuánto tiempo llevan estas naranjas ahí?! ¡qué asco joder!

– Ajo y agua, y como vuelvas a decir un taco en el bar de mi padre hago que te las comas. ¡Venga! ¡quiero ver lo maravilloso que eres!

Con la expresión más ceracna a la repugnancia que puede aparecer sobre un rostro humano o «semihumano» Sirlú hizo la demostración.

– ¡Bien! ¡bien! ¿me ensañarás a hacerlo?

– Si, ¿por qué no? -dijo resignándose- total, creo que me voy a quedar aquí una temporadita hasta que se calmen las cosas…

– ¿Estás huyendo de algo más a parte de la guardia?

– Huyo de todo, de mi pasado, de ese agente, de la vida, huyo, es lo que mejor se me da hacer, salir por piernas.

-Pero esta vez te quedarás ¿verdad?

El rostro del niño se iluminó de manera sobrenatural, sus ojos se abrían y cerraban a una velocidad pasmosa, sus pestañas parecían abanicos reales de la lejana Denwon. Nadie podría decir «no» ante esa cara endiablada.

– ¿Otra jarrita?

– ¿Y a cambio?

– Un cuento para irse a la cama.

– Dejémoslo en un cuento.

Sin prestar atención a estas últimas palabras, Sirlú se dispuso a comenzar su relato, el último que había recogido en su papel del cu…¡escrita con esa tinta maravillosa traída de Denwon! Era el ambiente perfecto, la bebida perfecta, el olor perfecto y el niño adecuado, o al menos el niño dispuesto a escuchar.

 
II.
 
¡¡¡Eriiiiiiiic!!! ¿¡Dónde andas maldito bastardo!?
Se hizo el silencio.
El eje del mundo se detuvo durante una porción de segundo, una porción que parecía eterna, y hubiese jurado que en algún lugar del universo conocido, desde la zona Y hasta el sureste de Mandöla, alguien dejó de respirar para volverse y estampar su cabeza contra el suelo.Un hombrecillo, que no llegaría ni al metro cincuenta subido en un taburete, pelo azabache enmarañado y brillante cual diamante pulido, o más bien, cual papiro bañado en aceite sobrante de haber frito pescado pasado, acababa de atravesar las puertas del acogedor infierno tavernés gritando como un poseso.Sus ojos eran una mezcla curiosa de locura, ira y frenesí frenético que cualquiera de los visitantantes indefinidos de esos lugares oscuros llamados «loquicorios», o así me dijo el viejo loco Krothen que se llamaban…aunque ahora que lo pienso…no era el más indicado para responderme…en definitiva, cualquiera de esa panda de libres conejos saltarines descabellados hubiese deseado poseer para dar más credibilidad a su estado.

A pesar de su aspecto desaliñado: pantalones negros anchos y algo remendados, botines de piel de Knut con restos de lo que alguna vez fue una suela, camisa de lazo blan…lo que parecía haber sido blanco, cinturón lleno de arsenal y sombrero de ala ancha que ocupaba más que su cuerpo, se podría decir que era lo menos esperpento con lo que Sirlù se había topado en lo poco que llevaba su estancia en el pueblucho.

– ¿Eric?

– Señor, creo que se ha confundido, aquí no hay ningún Er…-soltó el bufón tirando por la borda todo el complejo proceso que el universo había experimentado.

-¡¡¡¿ERIIIIIIIC?!!!

– Eric es mi padre -dijo el crio refiriéndose a Sirlú sin apartar la mirada del hombrecillo -¡HA SALIDO, NO ESTÁ! ¡¡VUELVA MÁS TARDEEEE!!

– ¿LO QUÉ?

-¡¡¡QUE NO ESTÁ!!!

-¡¡¡GILITOSTÁ TÚ CRIAJO!!!

El joven negó varias veces con la cabeza cuando vió a Sirlú a punto de estallar en una carcajada que dejaría más sordo aún al «invitado».

– Déjame a mi…- soltó Sirlú como pudo, intentando guardar la compostura, se remangó y puso en práctica un idioma gesticular que llevaba tiempo perfeccionando, sería una grosería intentar describir tales gestos, asi que dejo al lector libre de imaginarlas, Sirlú prosiguió – …Mi bu -en señoòOr, el tal E – ric al que llama a plen – oo pulmó – n no se encu – entr – a en este mom – ento en esta ha – bit -ación y d -udo mucho que po -rrr que grit – Ée más consiga alg- o, a parte de moles- tÁr a la vecíííind – adz…

El hobrecillo se había quitado el enorme sombrero y se quedó mirando al poetilla como quien mira a un perro a punto de echar la comida ingerida por el único lugar posible tras el maravilloso y complejo proceso de la digestión.

– El sombrero me tapaba los oidos imbécil.

La cara del poeta era un poema.

– Niño – refiriéndose a Alopher – ¿sabes cuándo volverá tu padre? tengo sabrosas noticas de Zainah, bueno sabrosas si cambias la recompensa por buñuelitos de Nae…

– Buñuelitos de Nae…- Sirlú no pudo evitar derramar una lagrimilla, llevaba más de tres días masticando oxígeno con aroma a hez de caballo-…un momento, ¿has dicho recompensa?.

– Recompensa he dicho, con la que podrías comer buñuelillos durante el resto de tu vida, de la del crio y sobrar para tu descendencia si es que no evito antes que exista. Necesito un escudero.

– ¿Y de qué va exáctamente…ese trabajillo…? ¡Anda, un coletero! – se recogió el pelo – yo soy tu hombre – dijo iluminándose cual santa aparición.

«Sirlú, bufón de locos y cuerdos, tan solo un poeta…y protagonista loco de esta historia sin pies ni cabeza»

III.
6:00. El sol iluminaba el único camino que permitía la entrada a la plaza principal del pueblecito y entraba a regañadientes por la ventana creando infinidad de sombras rojizas que se proyectaban en la cara de Sirlú. Parecía que le habían estampado un tomate en la cara o que estaba teniendo sueños bastante agradables…se oyó un bocinado desde la calle.El hombrecillo del día anterior acababa de aparcar una especie de vehículo extraño frente a la puerta de la tabernay asomaba medio cuerpo por la ventanilla.- ¡¡¡ERRRRRIIIIIIC!!!Sirlú casi rozó el techo del brinco que dió sobre la cama pero por suerte una estantería metálica frenó su cabeza antes de llegar. Se apróximo a rastras como pudo hacia la ventana.– ¡¡¡QUE AQUÍ NO HAY NINGÚN ERIC OSTIE!!! VÁYASE A MOLESTAR A OTR…¿qué demonios es ese trasto? – dijo refiriéndose al vehículo.– ¡¡¡ES MI BUEN AMIGO L.E.D. 478, VERSIÓN EN REVISIÓN NÚMERO 6!!!– Ahm ¿y qué hace exáctamente?– ¿¡¿ QUÉ?!?Sirlú le hizo un gesto haciendo referencia al sombrero gigante. No era el típico sombrero que se podría esperar de un cazarecompensas como aquel, era más bien un sombrero que se pondría cualquier bruja chiflada para decir ¡patacabrón! y seguidamente hacer aparecer, o bien una pata de cabra con posible utilización culinaria, o bien un hijo de puta más en el mundo.

– Entra que creo que huelo a tostadas…

– Yo creo que Alopher ha vuelto a quemar la cocina intentando hacer «magia».

¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!!!

La taberna voló…lejos.

Ahora Sirlú parecía más bien uno de los curritos que salían en la etiqueta de cocacao y aquel hombrecillo había desaparecido. Alopher permanecía inmóvil con una expresión la mar de expresiva, con un delantal naranja y rosa y sosteniendo en una mano los restos de un libro y en la otra un cazo enorme…el mango de un cazo enorme.

– Peroooooooooo…

– ¡YO NO HE SIDO! ¡YO NO HE SIDOOOOOOLOLOLOL!

– … … …

– ¿¡¡Qué has hecho?!!

– ¡YO NO HE HECHO NADA! ¡NO HE HECHO NADALALALALALAL!

El jovencito estaba al borde de un ataque.

– Bueno, bueno tranquilízate…¡qué ostias! ¡ahora van a saber dónde estoy! ¡maldito crio! ¿y dónde se ha metido el canijo?

– … … …

– Creo que…¿qué vamos a hacer ahora con la recompensa? no sabemos ni lo que tenemos que hacer, ni dónde…

– Buah, lo típico chico, rescatar a la princesa de turno que está encerrada en un castillo con un foso lleno de lava hirviendo y un dragón custodiándolo y devolverla a su reino…¡casi seguro! parece que naciste ayer.

– De hecho…ayer fue mi cump…

– Le tomé prestado anoche, cuando colgué su capa en el perchero, un pergamino que llevaba bien guardadito, era un mapa de Aina.

– Lo guardaría por algo ¿no crees?

– ¿Porque es un tío raro? lo que sé por mis extensos estudios avalados por años y años de completa indiferencia, Aina es solo producto de la maravillosa mente ensoñadora de algún monje chiflado. ¿Acaso no lees nada?

– Soy más de jugar a las tabas.

-Pues vaya.

– El caso ¡eso es robar! y encima ¡para nada!

– To-Maaá-r pRes-táaa-dd-òoo – dijo haciendo gala de su nuevo y revolucionario lenguaje que algún día se hablaría en todo la tierra y el aire, y el mar, y quien sabe quizás en la estratosfera, pero eso ya era demasiado pedir.

– …corcholis…su sombrero…y…buf…cuando vuelva mi padre se va a armar pero bien…-dijo el jóven lloriqueando.

– Se lo guardaré un ratito y tranquilo, te guardo también el secreto…¡mira!

– Peee… – Alopher giró la cabeza bruscamente.

– ………………………………………………AAAAADDDDiiioooos…………

– ¡EH! ¡ESPERA! ¡VOY CONTIGO!

– ¡Solo si consigues alcanzarme enano!

Dedicado al grande e inspirador Terry Prattchet.

Deja un comentario